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domingo, 29 de novembro de 2015

EL VENTANO - 29 DE NOVEMBRO DE 2015

Ojalá hubieran tenido razón Rajoy y su primo…

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Ante la Cumbre del Clima de París de estos días, me pregunto yo: ¿Qué dirá el planeta de ese peligro que le acecha, mientras sigue girando impasible un poco más caliente cada década? “¿En peligro yo?”, pensará. “En peligro ustedes, en todo caso…” (Pedro Arrojo)

Hasta hace no mucho, cualquiera de mis conferencias sobre el cambio climático o la crisis global del agua me garantizaba la etiqueta de profesor radical antisistema y enemigo del progreso. Aún recuerdo las votaciones en el proceso de aprobación del Plan Hidrológico del Ebro en el Consejo de la Cuenca, del que formaba parte, y en las que perdí todas mis enmiendas, bastantes decenas, por unos ochenta y tantos votos contra tres.
Pero sobre todo recuerdo una de ellas, que había redactado con sumo cuidado para, por lo menos, ganar una votación. Planteaba con cuidada moderación la conveniencia de prever el impacto sobre los caudales fluviales que podría tener el cambio climático en curso. “Una nueva enmienda del Sr. Arrojo. Esta vez sobre el cambio climático”, dijo el presidente. “Votos a favor de que hay cambio climático en la Cuenca del Ebro”: Se levantaron tres manos. “Votos en contra…”. Y quedó decidido, creo que por ochenta y seis votos contra tres, que no había cambio climático en la Cuenca del Ebro.
Desgraciadamente quienes desde la comunidad científica y desde el movimiento ecologista hemos venido avisando sobre estos problemas hemos acabado teniendo más razón de la que jamás hubiéramos querido tener. Hablar hoy del cambio climático ya no es intelectualmente arriesgado; forma parte del discurso ‘políticamente correcto’ y casi nadie duda de su ‘evidencia científica’.
Por ello, estos próximos días veremos desfilar por la Cumbre del Clima de Paris (COB-21) a las élites políticas y económicas del mundo para escenificar un acto más de esta tragedia global anunciada. Les oiremos argumentar sobre la prioridad de relanzar el desarrollo para salir de la crisis, aunque sin olvidar, claro está, el peligro que se cierne sobre el planeta. Y me pregunto yo: ¿Qué dirá el planeta de ese peligro que le acecha, mientras sigue girando impasible, un poco más caliente cada década? “¿En peligro yo?, pensará. “En peligro ustedes, en todo caso…”.
Pero lo más indignante de esta tragedia global está, una vez más, en la desmesurada injusticia que se impone, como algo inevitable, a la hora de repartir responsabilidades y penalidades previsibles. Los más ricos y poderosos, responsables en una proporción abrumadora del desastre, hablarán una vez más de “adaptación” a lo inevitable, contando para ello con miles de millones de dólares y euros en nuestros países, por muy en crisis que estemos, mientras los que poco o nada tuvieron que ver en las causas del problema seguirán engrosando las estadísticas de la ‘vulnerabilidad’.
Nos apiadaremos por unos días de esos ‘vulnerables’, para transformarlos, en poco tiempo y en el mejor de los casos, en frías estadísticas; cuando no en hordas indeseables que intentan invadir nuestra civilizada y democrática Europa, arriesgando incluso, de forma absurda, sus vidas y la de sus familias.
Vivimos tiempos de creciente dolor para las mayorías empobrecidas, frente a la indecente opulencia de las minorías privilegiadas. Pues bien, en este contexto, el cambio climático no acabará con el planeta, pero con toda seguridad incrementará y acelerará esta desgarradora injusticia global. Que la creciente injusticia acabará en rebeldía, es una profecía fácil. Aún estamos a tiempo de que esa rebeldía se transforme en explosión democrática y no en violencia.
Pedro Arrojo, profesor emérito de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza. Candidato de Podemos al Congreso por Zaragoza.

EL VENTANO - 29 DE NOVEMBRO DE 2015

Cambio climático: quien se la juega es la especie humana, no el planeta

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Es de un antropocentrismo que roza el ridículo pensar que el mono desnudo, el mamífero más inadaptado de la biosfera pese a poseer el cerebro más evolucionado de la historia natural, pueda poner en riesgo un planeta al que llegamos hace un rato (José Luis Gallego)

El cambio climático no es esto, pero esto empieza a parecerse mucho a lo que será el cambio climático: una lenta pero irreversible progresión hacia las dos estaciones en la que pasaremos de los calores estivales al frío invernal sin apenas transición. Y muchos pensarán: bueno, pues si eso es todo ¿a qué tanta alarma por el calentamiento global?
Pero es que eso no es todo. Las consecuencias de un aumento de dos grados en la temperatura media del planeta no se van a quedar ahí, en una simple alteración en el tradicional ritmo de las estaciones (con todo lo que ello implica) sino que van a ir mucho más allá.
Es cierto que si el calentamiento global se detiene en ese umbral, si no se dispara por encima de los dos grados a los que parece que estamos abocados, los modelos que elaboran los climatólogos no llegan a ser del todo catastróficos. Más allá sí. Más allá nos adentraríamos en la incertidumbre, un escenario en el que los expertos no se atreven a predecir ningún modelo aproximado pero que, en todo caso, no sería nada confortables para la vida humana.
De ahí que los esfuerzos diplomáticos en el arranque de la cumbre de cambio climático de París se centren en predisponer a las partes a alcanzar un acuerdo, un gran pacto que permita eludir la incertidumbre a la que nos abocaría un calentamiento global superior a los tres, cuatro o cinco grados respecto a la temperatura media del planeta. Ese es el principal propósito del Protocolo de París, la hoja de ruta que debe sustituir al malogrado Protocolo de Kioto.
Debe quedarnos muy claro a todos: en París no vamos a hablar de cómo “salvar el planeta” sino de cómo podemos salvarnos nosotros
Lo que está fuera de toda duda es que este cambio climático lo hemos desencadenado nosotros, está en marcha y es irreversible. Las sesiones de París no van a dedicar ni un solo minuto a discutir su origen ni cuestionar sus evidencias. De lo que se va a tratar en la COP21 (nombre técnico de la cumbre) es de sumar voluntades para habilitar un mecanismo legal, vinculante y de obligado cumplimiento que nos permita mitigar el cambio climático y mantenerlo a raya, para que no se nos desboque y perdamos las riendas de nuestra existencia en este planeta.
Porque eso es algo que debe quedarnos muy claro a todos: en París no vamos a hablar de cómo “salvar el planeta” sino de cómo podemos salvarnos nosotros. Salvarnos de un escenario climático muy diferente al actual y al que no tengamos tiempo de adaptarnos. Esa es otra de las claves de esta cumbre: cómo nos empezamos a adaptar ya a éste cambio climático.
Si hay algo que ha cambiado a lo largo de los últimos 4.500 millones de años en La Tierra es el clima. El clima es el director de escena: un tipo arrogante e impío que decide el decorado y ordena la presencia de los actores y figurantes que formamos esta gran compañía que es la biosfera y que no se corta un pelo a la hora de ordenar que desaparezca el actor principal. Si lo hizo con los dinosaurios -cualesquiera que fuera el motivo- ¿cómo no va a atreverse con nosotros?
Es de un antropocentrismo que roza el ridículo pensar que el mono desnudo, el mamífero más inadaptado de la biosfera pese a poseer el cerebro más evolucionado de la historia natural, pueda poner en riesgo un planeta al que llegamos hace un rato. Eso no es así.
Las condiciones climáticas son las que han determinado nuestra existencia desde el minuto cero de la evolución. Es más: ellas fueron las que nos obligaron a bajar del árbol. De lo que se trata ahora es que el cambio brusco de esas condiciones no nos obligue a bajarnos del planeta.

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