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sábado, 9 de janeiro de 2016

EL VENTANO - 9 DE JANEIRO DE 2016

Los planes hidrológicos aprobados por el Gobierno ponen en peligro la llegada de fondos europeos

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Un catálogo de grandes obras que alimentan insensatas expectativas de derechos concesionales en nuevos regadíos, ignorando, tanto las exigencias de caudales ecológicos, como la recesión prevista de escorrentía que impone el cambio climático(Pedro Arrojo)

El hecho de que este Gobierno en funciones apruebe los nuevos Planes Hidrológicos, y en particular el del Ebro, refleja la urgencia del PP por intentar dejar atadas decisiones, ante los ineludibles cambios que se están produciendo en el panorama político y social del país. Su contenido, impuesto sin consenso por el PP, pone en peligro la llegada de fondos europeos a nuestro país.
El Plan del Ebro aprobado, tal y como han venido criticando organizaciones ecologistas como la Fundación Nueva Cultura del Agua, COAGRET, Ecologistas en Acción, Greenpeace, WWF, SEO, y colectivos sociales, es una copia del anterior: una vez más, un catálogo de grandes obras que alimentan insensatas expectativas de derechos concesionales en nuevos regadíos, ignorando tanto las exigencias de caudales ecológicos de la Directiva Marco del Agua, como la recesión prevista de escorrentía que impone el cambio climático en curso.
El texto no sólo ignora la oleada de enmiendas ciudadanas (más de 4.500) que coordinó la plataforma ‘Cuenca Azul’, así como las críticas de los Gobiernos de Navarra y de la Generalitat de Cataluña, sino que, además, desprecia las duras críticas que la Comisión Europea explicitó en el documento ‘Informe sobre la aplicación, en los Planes Hidrológicos de Cuenca, de la Directiva Marco del Agua‘. Esta aprobación, tan precipitada como irresponsable, no sólo frustra otra ocasión de adecuar nuestra planificación de aguas a la legislación europea, sino que pone en riesgo las subvenciones de la UE en materia de aguas, como los fondos FEDER, Fondo de Cohesión y FEADER.
Por último, en la medida que está vigente el cambio de la Ley de Aguas que impuso este Gobierno, legalizando la mercantilización de derechos concesionales, la masiva expectativa de nuevos derechos (aunque sean derechos de papel), no hace sino alimentar la expectativa de trasvases, bajo esa nueva estrategia trasvasista del PP, secundada por Ciudadanos, basada en la mercantilización de derechos concesionales.
El PP ha aprobado los nuevos planes hidrológicos sin consenso y con el rechazo de las delegaciones de Cataluña, Euskadi, Navarra y Valencia, además de todo el movimiento ecologista, cuya respuesta la ha plasmado la Plataforma en Defensa del Ebro al anunciar que presentará un recurso ante el Tribunal Supremo y una queja ante la Comisión Europea.
Pedro Arrojo, diputado de Podemos por Zaragoza

EL VENTANO - 9 DE JANEIRO DE 2016

La guerra civil que cuenta Arturo Pérez-Reverte y los países de nuestro entorno

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La guerra civil que cuenta Pérez Reverte a los jóvenes es más ponderada de lo que la lectura de algunas críticas sugiere. Pero no deja de ser cierto que produce enfado que para que algunos salgan de la visión franquista de la guerra haya que buscar equilibrios impensables con el nazismo o el fascismo (Juan Carlos Monedero)

España no es un país como los de nuestro entorno. En los países de nuestro entorno no podría ser Presidente alguien que manda un sms a su tesorero encarcelado diciéndole “sé fuerte”. En los países de nuestro entorno no sería pensable un libro como el que ha escrito Arturo Pérez-Reverte sobre la guerra civil. Precisamente por estar dirigido a los jóvenes. Los jóvenes españoles, en otro país, tendrían una clara referencia de la guerra civil desde la escuela. De la misma manera que tienen claro en Alemania lo que significó el nazismo y lo estudian no solamente para no repetirlo sino que lo recuerdan para elogiar a las víctimas y colocar en su panteón de héroes a los que combatieron el totalitarismo. Igual que en Italia estudian desde niños la locura del fascismo de Mussolini o en Francia aprenden a respetar a la Resistencia que luchó contra los nazis y los colaboracionistas.
En Alemania, los que atentaron contra Hitler son héroes –igual que lo son en la República Checa los que acabaron con Heydrich- mientras que en España no solamente no se conoce el nombre de los que perdieron la vida queriendo acabar con el dictador sino que se acusa de terrorista a quien atentó contra un torturador de la dictadura que asesinó a gente que luchaba para que el dictador no muriera en la cama, a menudo a través de la sangrienta trama conspirativa de repartir panfletos en la entrada de las fábricas o las universidades.
Cierto es que estos países europeos apenas recientemente están revisitando algunos lugares de la memoria, con lagunas y claroscuros mal iluminados por la reinvención de un compromiso democrático que nunca fue o por la necesidad histórica de no darle alas a los que hicieron tanto mal. Por eso es que ahora puede empezar a hablarse de la barbaridad del bombardeo de Dresde, igual que se cuestionaron las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Es ahora que se recuerdan las violaciones a mujeres alemanas por parte de los ejércitos americano y soviético (como se hizo en su día con las violaciones japonesas en China o Filipinas) o puede empezar a hablarse del escaso comportamiento humanitario de las tropas aliadas y su falta de respeto de los acuerdos de Ginebra para tiempos de guerra. De la misma manera que se levanta ahora la prohibición de editarse el Mein Kampf en Alemania (aunque se cuidan de reeditarlo con miles de notas para evitar mentiras). Pero no existen en esos países Plaza del Führer, Avenida de Mussolini, Arco de Petain ni calle de los caídos en la ocupación de Francia.
La guerra civil que cuenta Pérez Reverte a los jóvenes, junto con las excelentes ilustraciones de Fernando Vicente, es más ponderada de lo que la lectura de algunas críticas sugiere. Pero no deja de ser cierto que produce enfado que para que algunos salgan de la visión franquista de la guerra haya que buscar equilibrios impensables con el nazismo o el fascismo. De ahí que algunos hayan querido atribuir al esfuerzo –se nota- de Pérez Reverte un equitativo reparto de culpas entre los que dieron un golpe de estado en julio de 1936 levantándose contra la República e incumpliendo la Constitución de 1931 –es lo que hicieron los militares traidores que se alzaron-, y los que cogieron las armas para defender su Constitución y su orden democrático, tuviera las insuficiencias que tuviera. No se puede olvidar en ningún momento que unos atacaron y otros se defendieron. Que unos recibieron el apoyo de Hitler y de Mussolini desde antes de que el golpe se iniciara y que otros recibieron el apoyo de unas brigadas internacionales que se movilizaron porque ya veían el aliento terrible del fascismo planeando sobre Europa.
El apoyo soviético fue posterior al inicio de la guerra, infinitamente menor –Franco contaba con decenas de aviones antes del golpe-y se terminó antes. Y, en cualquier caso, fue un apoyo a un régimen democrático existente, no para derrumbar un orden político (que era la intención de la Alemania nazi y la Italia fascista). Las comparaciones suelen ser más falsas cuanto más fáciles son.
Acierta Pérez Reverte en señalar que la República estuvo atravesada por contradicciones. La II República representaba a la España más avanzada, mientras que existía otra aún rehén de la oligarquía, del caciquismo y de una iglesia reaccionaria. Si aún hoy podemos detectar ese escaso compromiso democrático, imaginemos sus contornos hace ochenta y cinco años. En un contexto, el de los años treinta, de riesgo de la democracia en toda Europa. Una de las principales fallas que encuentro en el libro tiene que ver con no insertar la guerra civil en el conflicto europeo que estaba empezando. Recientes trabajos (Casanova, Viñas, Preston) demuestran que para Hitler y Mussolini la guerra en España formaba parte de un plan más amplio de carácter europeo. Viéndolo así es difícil cualquier amabilidad con el franquismo.
Suele repetirse desde la historiografía revisionista que “en los dos bandos” hubo represión. Esta expresión no sería tolerable en los países democráticos de nuestro entorno. Nadie hablaría de los aliados y de Hitler en términos “los dos bandos”, porque unos luchaban por la democracia y otros por el fascismo. No son dos lados equiparables. Esta apreciación aparece repetida en este libro –desgraciadamente forma parte del lenguaje popular- y, supongo, es lo que ha conducido a buena parte de las críticas a este trabajo.
Cierto es que, una vez más en nombre de la ponderación, aparecen citados casos terribles que demuestran la insania de los franquistas. Junto algunos conocidos como Guernica, son citados otros de los que no hay tanta noticia, como las matanzas de Badajoz y Almería, y también se explica que en el lado republicano los casos de violencia eran “fruto del desorden y obra de elementos incontrolados”, mientras que en el lado franquista “los asesinatos eran tolerados y hasta organizados por los mandos militares, a fin de eliminar toda resistencia y amedrentar a la población”. Esto está dicho en el libro. La pregunta entonces sería ¿es suficiente?
Desde una visión democrática normalizada, las juntas vuelven a chirriar si no queda claro lo que significó el golpe de 1936. Si para lograr que los que están inclinados a defender a Franco y al golpe se acerquen a visiones más cercanas a la verdad hay que concederles la equidistancia de los contendientes, flaco favor le hacemos a la democracia. Aunque me consta que no es la intención de este trabajo, se termina ofendiendo a los que se jugaron todo por defender la República. No son la contraparte de un mismo asunto. Hay que insistir en que las barbaridades cometidas en las filas republicanas –que las hubo, ahí está Paracuellos, y no son defendibles- fueron en los primeros meses, cuando el orden constitucional se había desbaratado por el golpe y el inicio de la guerra, en el fragor de un ansia de venganza alentada por las atrocidades que llegaban de las zonas que caían bajo la bota de los sublevados, y que se terminaron en el momento en el que el Gobierno de la República recuperó en unas semanas el control político de su zona.
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La guerra civil de Pérez Reverte se ve obligado a contar, como en una suerte de yenka macabra, barbaridades o dolores a un lado y a otro –unos asesinaron a Lorca, otros a Muñoz Seca, unos maltrataban a las mujeres, otros hacían otro tanto, unos tenían problemas con Unamuno en Salamanca, otros tenían problemas con los anarquistas en Barcelona-, generando necesariamente la idea de que allí todos se volvieron locos. El golpe de Estado de 1936 y sus resultados posteriores no fueron un calentón propio de la tierra: fue la cuota parte de fascismo que vivió nuestro país, igual que el III Reich o el fascio mussoliniano. Lo contrario es una visión amable que busca fáciles digestiones casi un siglo después, repitiendo el mantra: olvidemos esos malos tiempos. Pero la pregunta sobre la salud de nuestras instituciones sigue entonces intacta ¿puede un país construir su democracia ignorando lo que realmente sucedió?
La guerra civil hay que entenderla como parte de nuestras insuficiencias –por eso hubiera sido conveniente citar en el libro que antes de la República vino la dictadura de Primo de Rivera -y entenderla como antesala de la guerra mundial (recordar que nos visitaron jerarcas nazis cuando ganó la CEDA en 1934, diciendo que en España iba a empezar a hacerse lo que estaban ya haciendo en Alemania)-. Eso daría una mirada más inclemente del franquismo. En el libro se citan los 6.000 curas fusilados (pero no se cita que la iglesia denominó “cruzada” al levantamiento) y tampoco que Franco fusiló a 120.000 españoles terminada la guerra o cuando ya estaba ganada. Franco vino matando y se despidió matando. No hubiera estado mal una referencia a los últimos asesinados por Franco en Septiembre de 1975. Y también daría luz señalar que al menos 120.000 de esos acusados de defender la legalidad vigente siguen en cunetas. ¿No habría que recordar a los jóvenes que España es, después de Camboya, el país con más fosas comunes y desaparecidos del mundo?
El libro puede civilizar a los emboscados que ven el franquismo con buenos ojos, pero creo que no termina de ayudar a acercarnos a la barbaridad que nos pasó. Decía Habermas, cuidado con esos hombres justos que dicen “la mitad de culpa para Hitler y la otra mitad para los judíos”. Hay que revisar de manera objetiva todos los errores cometidos por la izquierda durante todo el siglo XX –de lo contrario, lo hace la derecha por lo general mintiendo-, pero el lugar para hacerlo no es la equidistancia. Los crímenes de Stalin no se explican desde los crímenes de Hitler ni viceversa. Son argumentos que confunden. El libro de Pérez Reverte puede ayudar al debate. Si es así, bienvenido. Sólo tienen miedo a debatir sobre la guerra civil los que ven algún tipo de beneficio en el silencio. Es hora de convertir los monólogos en diálogos.
Quizá precisamente por esa mirada no tan amarga sobre nuestro pasado, la mirada sobre nuestra democracia de Pérez Reverte es demasiado dulce. “A la muerte del dictador, España se convirtió en una monarquía parlamentaria por decisión personal del rey Juan Carlos, padre del actual monarca y nieto del exiliado Alfonso XIII”. El que trajo la dictadura de Primo de Rivera y apoyó a Franco posteriormente. “Juan Carlos I volvió a legalizar los partidos políticos, procuró la reconciliación nacional, liquidó el régimen franquista y devolvió a España la democracia”. Soy de los que piensan que la democracia la trajeron los que se la jugaron para traerla. No el Rey, que fue nombrado sucesor del dictador por el propio Franco en 1969. El rey, a la muerte de su mentor, nombró a Arias Navarro Presidente. De manera que el último Presidente de la dictadura fue el primer Presidente de la democracia. Luego, cuando la cosa se le iba de las manos al Rey puso a Suárez. Más tarde no dudó en dejarle caer cuando le interesó.
El CDS, partido que fundó Suárez tras la implosión de la UCD, no cosechó sino fracasos. Todos le dejaron de lado. Aunque más tarde, con Suárez ya rehén del Alzheimer y sin acordarse de que había sido Presidente, se fotografiara el Rey con él para intentar imbuirse de su fama reconstruida. Son comportamientos de doble moral. Igual que su hijo, que inaugura en París una placa a La Nueve, los republicanos españoles que fueron los primeros en entrar a liberar París en 1944 –Pérez Reverte los cita con mucho respeto-, pero no lo hace en España.
En definitiva, podríamos decir que estamos ante un libro para el país real, ese donde Esperanza Aguirre o José María Aznar no piensan hoy muy diferente de lo que pensarían en 1936. Pero es un libro que no dirige los esfuerzos a construir una democracia de alta densidad. Esa que pasa por romper con la impunidad del franquismo y con la memoria selectiva a la que nos obliga “el precio de la transición”. Por ejemplo, el hecho de que un defensor acérrimo del franquismo, un ministro de la dictadura que firmó el enterado en sentencias de muerte, la persona que justificó el asesinato de Julián Grimau o Enrique Ruano (estudiante lanzado por la guardia civil franquista por una ventana), sea uno de los firmantes de nuestra Constitución y fundara el partido que está vaciando nuestra democracia. La apuesta es, en cualquier caso, clara: sigamos debatiendo. Y el libro de Pérez Reverte nos invita a ello.

EL VENTANO - 9 DE JANEIRO DE 2016

La verdad sobre los ingresos a que pueden renunciar (o no) sus señorías | El Ventano




La verdad sobre los ingresos a que pueden renunciar (o no) sus señorías


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La nueva legislatura ha hecho que se reavive el debate de los ingresos de los parlamentarios por su actividad. Un debate que en esta ocasión viene acompañado del altavoz que supone que Podemos, una de las formaciones más votadas el 20-D, haya anunciado que sus diputados electos renunciarán a una parte importante de las indemnizaciones y ayudas que les corresponderían conforme al Reglamento de la Cámara.
El último Consejo Ciudadano Estatal de Podemos, su órgano de dirección política, estableció que “todos los diputados de la formación deberán renunciar a privilegios como las pensiones a exparlamentarios, la tarjeta de 3.000 euros para taxis o el pago de internet en el domicilio a quienes se desplazan, así como limitar tanto sus salarios como las indemnizaciones recibidas por alojamiento y manutención”. Además, reducirán “al mínimo posible” las prestaciones incluidas en la póliza de seguro de accidentes que aceptarán.
Todo lo anterior es la teoría. En la práctica, estas renuncias no siempre son posibles ni los procedimientos son sencillos. Y no siempre el dinero que se detrae de los parlamentarios vuelve a las arcas públicas. A continuación, se repasan los ‘privilegios’, recurriendo al término empleado por Podemos, a los que sus parlamentarios se han comprometido a renunciar y cómo encaja esto con la dinámica de la Cámara.
¿Qué pasa, si como en el caso de Podemos, los parlamentarios renuncian a parte de su sueldo mensual en las Cámaras? La ‘asignación constitucional’, es así como se conoce al salario de sus señorías, se traslada de forma íntegra a sus cuentas bancarias. Con fecha de 18 de diciembre de 2015, la asignación constitucional, idéntica para todos diputados, era de 2.813,87 euros
En el caso de la formación de Pablo Iglesias, el compromiso es que los parlamentarios tengan limitada esta cantidad a tres salarios mínimos, es decir a 1.965,6 euros. ¿Y el resto hasta llegar a 2.813,87? El perceptor puede darle el destino que considere: apoyo a las finanzas del partido, donaciones, ayuda a ONG…
Esos 1.965,6 euros que se embolsarían mensualmente los diputados de Podemos les llegaría, como la asignación constitucional, en 14 pagas. Así, los cargos de esta formación con escaño ingresarían 27.518,4 euros al año frente a los 39.394,18 que ingresan los diputados a los que sus formaciones no les exigen ningún tipo de renuncia.
Podemos importaría el mismo modelo que ha aplicado para los eurodiputados, en el que parte de los ingresos que se restan a las asignaciones de sus cargos públicos va a parar al partido y otra parte al programa Impulsa, con el que la formación de Iglesias subvenciona proyectos sociales.
En la práctica, sí se puede renunciar de forma íntegra a la asignación constitucional. Así lo recuerdan desde ambas Cámaras. Es lo que ocurre cuando un diputado o senador es alcalde a la vez o cuando un senador es también parlamentario autonómico. En estos casos, la ley prohíbe la acumulación de más de un sueldo público y obliga al perceptor a escoger entre uno de los dos. Por lo general, sus señorías suelen optar por aquel que mayores ingresos le proporciona.
A lo que no hay forma de renunciar, aunque se acumule más de un cargo público, es a las dietas, a las ‘indemnizaciones’ si recurrimos al lenguaje parlamentario. “Con este concepto, que tiene una cuantía mensual de 1.823,86 para los diputados de circunscripciones distintas a Madrid y de 870,56 euros para los electos por Madrid, los parlamentarios deben afrontar los gastos que les origine la actividad de la Cámara. Es una cantidad dedicada, pues, a cubrir gastos y por ello exenta de tributación”, se lee en el Reglamento del Congreso de los Diputados.
La obligación de la limitación salarial impuesta por Podemos a sus diputados se complementa “con la obligación de limitar también el importe recibido en calidad de indemnización por gastos, que se fija en un máximo de 850 euros para alojamientos para los parlamentarios que residan fuera de Madrid y manutención para las jornadas con actividad parlamentaria”.
Es decir, que la formación de Iglesias tendrá que buscar destino a casi 1.000 euros mensuales (14 pagas) de las indemnizaciones a sus parlamentarios elegidos por una circunscripción distinta a Madrid. Es decir, 61 de los 69 diputados.
Un asunto que siempre levanta cierta polémica toda la legislatura tiene que ver con los diputados que, pese a haber sido elegidos por una provincia que no es Madrid disponen de casa en Madrid y, no obstante, cobran la cantidad más alta de las indemnizaciones.
Como ocurre en al caso de la asignación constitucional, y salvo cambios en los planteamientos de Podemos, esta renuncia no supone reducción del gasto público.
Desde mayo de 2006, las Cámaras facilitan a cada parlamentario que no dispone de vehículo oficial una tarjeta personalizada que permite abonar el servicio de taxi en la ciudad de Madrid, con un límite anual de 3.000 euros. ¿Puede renunciarse a esta ayuda? Sí. Los parlamentarios pueden no recoger la tarjeta o recogerla pero no hacer un solo cargo. La renuncia a hacer este gasto por parte de los 69 diputados de Podemos supondrá un ahorro de 828.000 euros en la legislatura.
Las Cámaras disponen de otra ayuda para los parlamentarios que se desplacen a Congreso y Senado en su propio vehículo. “Previa justificación, se abona 0,25 euros por kilómetro así como, en su caso, los importes de los peajes de los autopistas”.
Los diputados que son de fuera de Madrid tienen derecho a que se les instale una línea de ADSL en el domicilio en el que residan en la capital los días de pleno. A este concepto, que también repercute en el gasto público, también se han comprometido a renunciar los parlamentarios de Podemos. No obstante, sí aceptan el teléfono móvil y la tableta electrónica que integra el denominado ‘kit del diputado’, puesto que van dotados de aplicaciones para el desempeño de las tareas parlamentarias.
Desde diciembre de 2011, las Cámaras renunciaron a hacer aportaciones a los planes de pensiones privados de sus señorías, por lo que desde ese momento es imposible renunciar a algo que no existe. Por el contrario, sí es posible que los parlamentarios renuncien a las dos modalidades de indemnización que existen para los exparlamentarios: la indemnización de transición, que cobran cuando se produce la disolución de la Cámara, y la indemnización por cese, para quienes dejan el escaño con independencia del motivo. En ambos casos, para no percibir dicho ingreso basta con que no la soliciten, tal y como recuerdan desde Congreso y Senado.
La indemnización de transición por disolución equivale a casi dos meses de sueldo y es incompatible con cualquier otro ingreso, sea público o privado. En esta legislatura, en el caso del Congreso, 222 diputados, el 90% de los 247 que se quedaron sin escaño tras la disolución de las Cortes, solicitaron esta ayuda.
En cuanto a la indemnización por cese, tiene un importe equivalente a la asignación constitucional de los diputados. Por cada año de diputado se genera el derecho a cobrar una mensualidad, con un tope de dos años.
Los diputados de Podemos también renunciarán a estos dos posibles ingresos si se tiene en cuenta el compromiso de no recibir “pensiones y otras prestaciones económicas para exparlamentarios”.

EL VENTANO - 9 DE JANEIRO DE 2016

La UE solo ha realojado a 272 refugiados en 2015; España, con 18 asilados, ocupa el último lugar | El Ventano


La UE solo ha realojado a 272 refugiados en 2015; España, con 18 asilados, ocupa el último lugar


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El número de refugiados que los europeos han conseguido realojar en todo 2015 es de 272. De ellos, 190 provienen de Italia y 82 de Grecia. Los datos los ha hecho públicos la Comisión Europea quizá para alertar a los países miembros de la UE que no están cumpliendo con los compromisos adquiridos: realojar a 106.000 de los refugiados que en la actualidad hay en esos dos países.
España es el país que menos esfuerzos ha realizado para realojar a los refugiados, situándose a la cola de la UE: únicamente ha creado 50 plazas de las 9.360 a las que se había comprometido, y ha realojado a tan sólo 18 asilados, provenientes de Italia.
Aunque la responsabilidad última aquí sea de los Estados miembros, esa cifra también revela el monumental fracaso de las instituciones europeas. Así, el presidente Juncker se ha olvidado de su discurso sobre el estado de la Unión de septiembre del año pasado en el que señaló la crisis de asilo y refugio como su prioridad.
El presidente del Parlamento Europeo, el socialista Martin Schulz, corrió a hacerse la foto en noviembre en la pista del aeropuerto de Atenas con los primeros 30 refugiados realojados, pero no parece capaz de fiscalizar a la Comisión ni ha tomado iniciativa alguna para acelerar los realojos.
Entre tanta desidia resalta el hecho de que la Alta Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE ha sido marginada en las negociaciones sobre Siria o con Turquía. Han pasado ocho meses de negociaciones, discursos y Consejos Europeos extraordinarios para realojar a 272 refugiados. Una negligencia cuyos efectos están aún por llegar.


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