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sexta-feira, 8 de janeiro de 2016

EL VENTANO - 8 DE JANEIRO DE 2016

De fuera vendrán y a nuestras mujeres violarán: racismo y xenofobia disfrazados de feminismo

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La jugada, en este caso, consiste en hacerle un lavado de cara feminista a políticas represivas de corte fascista y racista: alimentar la xenofobia para defender a “nuestras mujeres”, de pronto amenazadas por esa masa de machos violentos que vienen de más allá de nuestras paradisíacas fronteras (Brigitte Vasallo)

Los medios de comunicación se han volcado en informar sobre una “ola” de violaciones en Colonia, Alemania. ¿Qué tiene este caso de especial? ¿Alzamos ya las copas para celebrar que ¡por fin! los medios dan la importancia que merece a las agresiones en entornos de fiesta? ¿Que por fin la violencia sexual es una cuestión de Estado? ¿O estamos ante un caso típico de ‘purplewashing’, donde las luchas de las mujeres se utilizan para criminalizar a segmentos de la población y aplicar políticas racistas?
La noticia de mil de hombres organizados para robar y violar a mujeres en Colonia durante la celebración de la Nochevieja ha saltado los periódicos. Mil hombres que, a medida que transcurren las horas, van tomando forma de “árabes o norteafricanos” y cuyo fantasma ha ido azuzando el racismo y la xenofobia de la población blanca, ahora bajo una “nueva dimensión de la delincuencia”, como han titulado algunos medios. La noticia ha tenido una inusitada repercusión en los espacios de comunicación convencionales, siempre reacios a nombrar como tal la violencia de género. “Indignación en Alemania por la ola de agresiones a mujeres en Nochevieja”, titulaba El País, o “Conmoción en Colonia por la ola de agresiones sexuales en Nochevieja”, en El Mundo, por citar algunos.
Sobre este caso hay un baile de cifras que arriesga a desviar el debate de donde realmente hace daño. No dudo que en los próximos días los mil hombres iniciales se rebajen a unos cuantos, como tampoco dudo que las 90 denuncias presentadas son completamente reales. Mil, noventa o cinco no cambia el hecho de que hubo agresiones y de que es escandaloso que se sigan produciendo. Y las hubo, sin duda alguna; para que no las haya es necesario establecer un protocolo específico y hacer un esfuerzo colectivo. Y aún así, se siguen produciendo, como bien sabe cualquiera que haya organizado eventos con mirada de género. Tampoco dudo que sigan apareciendo denuncias, cuando en este caso, por fin, se ha creado un ambiente receptivo en el sistema policial y judicial a las denuncias por tocamientos, algo generalmente impensable y que debería ser la norma.
Lo específico de este caso es que ha puesto el foco en el origen supuesto de los agresores. Norteafricanos. Extranjeros. Incluso hay medios que apuntan a que eran refugiados, así, directamente. Bajemos las copas, pues, porque el acento puesto en esa particularidad es extremadamente preocupante. Y es una trampa. Europa no se ha vuelto feminista con el Año Nuevo, sino que sigue siendo tan racista como siempre. Porque lo que tienen en común las agresiones sexuales en espacios de fiesta, todas, las que suceden en Colonia, en Cairo o en Barcelona, no es el origen o el color de los agresores, sino la construcción que les permite pensar a estos hombres que la agresión puede formar parte de su sexualidad. Los agresores no son blancos o negros, cristianos o musulmanes: son hombres construidos en la masculinidad hegemónica. Sin más. Ni menos.
Esta lectura que propongo, claro, no contará con el aplauso de la extrema derecha, de la derechona tradicional y del machismo de izquierdas, que se han vuelto feministas por un rato para denunciar la violencia que vivimos cada día las y los que somos leídos como violables (con el masculino que incluye también a hombres trans, a niños y a homosexuales). Y, sin embargo, es la lectura que nos permite plantarnos, como feministas, contra el racismo y seguir exigiendo medidas contundentes contra estas agresiones.
De la cultura de la violación, desgraciadamente, no se libra nadie. Ni los norteafricanos. Todos los hombres del mundo globalizado, desde que nacen, son alentados a violar. Todos los que crecen con el cine mainstream, los que tienen conexión a internet, los que tienen como única educación sexual los manuales de biología y el porno online más chusco. Todos los que han crecido en sociedades patriarcales donde la demostración de la masculinidad pasa por una sexualización agresiva y conquistadora. Todos son incitados a violar de una u otra manera, con violencia, por insistencia, o por cansancio, todos aprenden que un “no” es un tal vez, que tocarle el culo a una chavala en el autobús sale gratis y que si te pones caliente tienes derecho a exigir tu recompensa. Que “robar un beso”, es decir, besar a alguien en contra de su voluntad, es un acto romántico y pedir permiso es símbolo de debilidad (y le quita el morbo al asunto).
Que todos sean incitados a violar, claro, no quiere decir que todos violen. Porque los hay que resisten a toda esa mierda, los hay que se deconstruyen, y los hay que, simplemente, no quieren ser machos así. Y todos estos saben de las violencias que supone resistir a lo hegemónico. Porque lo que se premia es violar, no lo contrario.
El terror renovado que produce la idea de hordas de señores venidos de fuera dispuestos a violarnos a la primera de cambio es una trampa de la cultura de la violación, que ha logrado naturalizar que, realmente, cada vez que salimos de fiesta hay hordas de chavales programados para esperar que estemos lo bastante borrachas como para dejarnos follar sin consentimiento alguno. Que cuando denunciamos una violación se busca primero en nosotras la causa de los sucedido (que si la ropa que llevamos, que si nos habíamos drogado, que si habíamos tonteado con el violador). Generar el terror en los otros hace que pensemos que esa amenaza no existe más allá de los otros. Que no vivimos en esa amenaza constantemente.
Si la caverna se ha encabritado esta vez, es porque son otros los que nos violan. Y a nosotras solo tienen derecho a violarnos nuestros hombres. La cultura de la violación está en plena salud, y cualquier intento de denunciarla genera una enorme violencia. Así, mil hombres agrediendo a mujeres en una noche de fiesta no es una nueva dimensión de la delincuencia: es la misma dimensión de siempre.
La jugada, en este caso, se llama purplewashing: hacerle un lavado de cara feminista a políticas represivas de corte fascista y racista. Alimentar la xenofobia para defender a “nuestras mujeres” a “nuestros homosexuales”, “a nuestras personas trans”, de pronto amenazadas por esa masa de machos violentos y LGTBI-fóbicos que vienen de más allá de nuestras paradisíacas fronteras. Cuando hace apenas una semana del asesinato de Alan por parte de compañeros y compañeras acosadoras de un instituto de Barcelona con el beneplácito de todo el entorno silencioso, no podemos permitir que se use nuestro nombre en vano. No son ellos: somos todos.
El racismo y la xenofobia que quiere encender la caverna apunta y criminaliza a toda una franja de población, también mujeres, hombres homosexuales, personas trans y de hombres que reniegan de esas construcciones hegemónicas, un sinfín de identidades que son nuestras aliadas, y que sufren en su día a día la violencia de la masculinidad guerrera, de la masculinidad violenta, del macho conquistador. Desviar la atención de las agresiones sexuales hacia el color, el origen, la clase o la religión del agresor solo hace obviar la cruda realidad: que las agresiones sexuales son sistémicas, y es el sistema el que hay que cambiar. Por entero. Y eso a la caverna ya no le hace tanta gracia.
Tan inútil será el feminismo que no atienda a opresión de raza, como una lucha antirracista que no atienda al género. Precisamente porque se está utilizando el género para alimentar el racismo, y el racismo para alimentar el machismo más casposo. Porque son parte del mismo desastre, necesitamos alianzas urgentes para parar esto con todos los brazos, todos los gritos y todos los cuerpos posibles. Para que denunciar las violaciones no se utilice para construir racismo, para que podamos denunciar siempre, para que siempre salga en los periódicos, para que siempre los alcaldes y las alcaldesas tomen medidas de urgencia. Para que esas medidas apunten a donde tienen que apuntar: ni la clase, ni la raza, ni el origen. Sino a la construcción de la masculinidad guerrera, conquistadora y violadora.

EL VENTANO - 8 DE JANEIRO DE 2016

Las monjas del Hogar San José de Teruel y el voto (robado) del abuelo: carta de un nieto indignado

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Fue raro cuando el abuelo nos dijo que había venido un médico diciendo que si no firmaban un papel, se acabarían las medicinas. Además le habían pedido el DNI. Las continuas largas que dieron las hermanitas nos pusieron en alerta (Daniel Alamán)

Esta mañana ha muerto mi abuelo a los 92 años. La relevancia de este hecho debería ser puramente familiar, pero su muerte me da vía libre para destapar un asunto sobre el que me hubiera gustado escribir antes. Mi abuelo ha estado internado durante los últimos años de su vida en el asilo Hermanitas de los ancianos desamparados, comúnmente conocido en Teruel como Hogar San José. El centro está dirigido por monjas, cuya madre superiora, según cuentan, es más difícil de ver que el mismísimo dios.
Nuestras sospechas comenzaron allá por mayo del pasado año, unas semanas antes de las elecciones autonómicas y municipales. Mi abuelo ha estado bastante sordo desde que lo conozco, así que fue raro cuando nos dijo que había venido un médico diciendo que si no firmaban un papel, se acabarían las medicinas. Además le habían pedido el DNI.
Las continuas largas que dieron las hermanitas nos pusieron en alerta: quizá algún partido, astutamente compinchado con las monjas, podía haber robado el voto del abuelo. ¡Qué mal pensados! No solo habían robado su voto, sino el de todos los que estaban demasiado ensimismados con su precaria salud como para preocuparse de la política. Lo que viene a ser casi la residencia al completo.
Mi padre fue a la mesa el día de las elecciones para confirmar lo que ya sabíamos. Allí estaba su voto por correo. Del sobre nada se puede decir porque estaba perfectamente sellado. Pero si te lo ponías cerca de la oreja, se oían graznidos carroñeros de aves volando bajo, ¡como las gaviotas! La cosa quedó en agua de borrajas, como se dije por aquí, porque miembros de la familia no querían causarle ningún perjuicio al abuelo, que hubiera tenido que acabar testificando…
Para cuando las elecciones del 20D se acercaban, el estado de salud del abuelo había empeorado. Su leucemia era tan grave que necesitaba transfusiones de sangre periódicas. Apenas podía moverse y ya no logró reconocerme cuando volví después de unos cuantos meses en el extranjero. De nuevo, ¿quién sería capaz de engañar a un abuelo en un estado de salud tan deplorable? Desde luego, no un ciudadano de un estado próspero y europeo como España. O igual sí, pues acertó a contarnos que alguien le había hecho firmar por las transfusiones.
En esta ocasión fui yo junto con mi primo quienes nos presentamos en la mesa electoral para comprobar si el voto volvía a desprender ese sutil aroma marino impregnado de azul celeste. ¡Qué mal pensados! El sobre parecía cagar charranes como el que caga diarrea. Esta vez se pensó seriamente en denunciar, pero de nuevo hubo familiares que no quisieron seguir adelante, pues el abuelo estaba en las últimas.
Es obvio que no pudimos abrir la papeleta para ver el nombre del culpable, pero a estas alturas del asunto, y con todas las marianadas que hemos visto en los últimos cuatro años, creo que está bastante claro quién es el artífice de tan sucio método. Esto no es más que otro ínfimo pellizco del mojón de democracia que tenemos.
Los llamados hoy demócratas, fueron hace unas décadas franquistas que firmaban sentencias de muerte después de haber atropellado un gobierno elegido democráticamente, masacrando a todos los que no eran de su condición durante la dictadura (“todo el día con la guerra del abuelo y las fosas de no sé quién”, Pablo Casado dixit.
En fin, que no tendré opción de ir al entierro. Resulta que me ha pillado en el extranjero, intentando ganar los cuatro duros que no tuve opción de ganar en España. Al menos, si este texto llega a Manuel Blasco, alcalde del PP reelegido en Teruel, el que entiendo tiene que asumir la responsabilidad política de esta metodología, solo puedo decirle: Manolo, sé fuerte, hacemos lo que podemos.

EL VENTANO - 8 DE JANEIRO DE 2016

Podemos se impone en el voto desde el extranjero, que se quedó en el 4,7% del censo

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Los datos provisionales del voto desde el extranjero en las pasadas elecciones del 20 de diciembre muestran la participación de unas 88.900 personas en los comicios. En total, la cifra representa el 4,7% del Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA), lo que confirma el descenso continuado del voto exterior tras la aprobación de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General de 2010.
Hasta ese momento, la participación rondaba el 30% del censo del extranjero, reduciéndose al 4,95% en las elecciones de 2011. El motivo principal de este descenso está en las enormes dificultades burocráticas impuestas por el PSOE, con el apoyo del PP, para ejercer el voto a los españoles residentes en el extranjero, lo que se conoce como ‘voto rogado’.
Podemos es el partido más votado desde el extranjero, con aproximadamente 23.900 votos, que le dan la victoria en 30 de las 52 circunscripciones. Le sigue el PP con 20.940 votos y 14 circunscripciones. Más alejados están el PSOE, que gana en cinco provincias con 14.870 votos, y Ciudadanos, que obtuvo 14.500 votos y no se impuso en ninguna provincia.

EL VENTANO - 8 DE JANEIRO DE 2016

¿Qué se sabe sobre las agresiones sexuales de Nochevieja en Alemania?

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El goteo de denuncias por las agresiones masivas en Colonia en Nochevieja va en aumento. Ya supera las 120, entre ellas dos violaciones. En Hamburgo también se han registrado medio centenar de denuncias, la mayoría relacionadas con agresiones sexuales. Además, poco a poco se van conociendo otros casos similares. Como Bielefeld, donde unos 150 hombres importunaron y besaron a varias mujeres. O ciudades como Berlín, Stuttgart o Fráncfort, donde también se registraron agresiones.
¿Cómo comenzó todo?
En torno a un millar de hombres jóvenes y con apariencia “árabe o norteafricana”, según la policía, se concentraron en Nochevieja frente a la estación de trenes de Colonia. Con mucho alcohol en las venas, y ayudados por la oscuridad, el apoyo de unos a otros y petardos con los que atemorizaban a los viandantes, cometieron una oleada de agresiones sexuales y robos a mujeres. Se desconoce cuántos de los allí reunidos participaron directamente de los ataques o ayudaron a que otros los cometieran. Otras ciudades alemanas registraron hechos similares, aunque a más pequeña escala.
¿Por qué tardó tres días en salir a la luz?
“Ambiente alegre. Las celebraciones discurrieron en su mayor parte pacíficas”. Una nota de prensa de la policía de Colonia describía así el viernes 1 de enero la situación en la ciudad. El goteo de denuncias explotó el lunes 4, cuando las autoridades informaron de una oleada de ataques “de dimensión desconocida”. Pero durante el fin de semana, en Alemania no se habló del caso. Algunos medios de comunicación, como el canal público ZDF, esperó al martes para informar de los hechos, una tardanza por la que se ha disculpado la cadena. Esta tardanza ha generado un debate sobre si la policía y los medios callaron por temor a dar pábulo a movimientos xenófobos, que en Internet difunden habitualmente noticias de supuestos ataques protagonizados por extranjeros, muchos de ellos sin demostrar o directamente inventados.
¿Por qué la policía no evitó las agresiones?
Horas antes del cambio de año, ya había denuncias de agresiones junto a la estación de trenes. Los agentes que acudieron al lugar de los hechos desalojaron una parte de la plaza, pero después volvieron a dejar a los criminales campar a sus anchas. Lo que sí hicieron los agentes es acompañar a algunas personas a través de la plaza, y dejarlas dentro de la estación. Testigos citados por el Süddeutsche Zeitung describen esta actuación como “una escolta hacia el infierno”. El ministro del Interior ha criticado la actuación de la policía regional. Su jefe, que rechaza las críticas y las peticiones de dimisión, negó estar sobrepasado por la situación en la noche del 31, pero un informe interno sobre esas horas filtrado a varios medios pone en duda esta afirmación.
¿Qué se sabe de los atacantes?
Poco. Las autoridades han identificado 16 personas. No por sus nombres, sino a través de unas grabaciones en la que aseguran que se les identifican claramente, a pesar de la oscuridad. En Hamburgo, sin embargo, no se ha logrado dar con ningún sospechoso.
¿Hay alguna conexión entre ellos?
Las autoridades sospechan que sí. El ministro de Justicia, Heiko Maas, habló de “un nuevo tipo de criminalidad organizada”, y dijo que de alguna forma deberían haberse puesto de acuerdo para formar un grupo tan numeroso. El ministro del Interior regional, Ralf Jäger, también cree que se coordinaron a través de las redes sociales, aunque duda de que esta organización abarcara también a otras ciudades además de Colonia.
¿Eran refugiados?
No se sabe a ciencia cierta. La policía y el Ayuntamiento de Colonia han insistido en que no disponen de pruebas que señalen a los culpables como refugiados. Pero en las últimas horas surgen versiones que pondrían en duda esta afirmación. Diversos medios informan de que la policía controló el 31 de diciembre a un centenar de personas, muchos de ellos sirios con papeles de las oficinas de asilo. “Soy sirio, tenéis que tratarme bien. La señora Merkel me ha invitado”, gritó uno de los concentrados, según recoge un informe policial confidencial publicado por el Spiegel online.
¿Cuántas víctimas hay?
Por ahora, en Colonia se han presentado 121 denuncias. En casi dos tercios de estas, las víctimas aseguran haber sufrido agresiones sexuales. Y dos de ellas por violaciones. En Hamburgo, las denuncias rondan el medio centenar.
¿Cómo ha reaccionado el Gobierno?
Con un mensaje de firmeza contra los criminales, y un intento de no estigmatizar a todo un colectivo por su aspecto. A medida que pasan los días y la indignación crece, el discurso se endurece. El Gobierno estudia una propuesta de los democristianos de agilizar las devoluciones; y los socialdemócratas admiten esta posibilidad en casos de agresiones sexuales. La canciller Angela Merkel dijo el jueves que no cree que lo ocurrido en Colonia sean “hechos aislados”.
¿Y los movimientos en contra de los refugiados?
Los sucesos de estos días parecen diseñados para confirmar una por unas las tesis que llevan meses repitiendo el partido populista de derechas Alternativa para Alemania (AfD) o el movimiento islamófobo de Pegida. La líder de AfD ya ha responsabilizado de lo ocurrido a la política de puertas abiertas de la canciller. Y en las redes sociales abundan los mensajes de odio contra los musulmanes.
¿Qué efecto tendrán los ataques en la wilkommenskultur (cultura de la bienvenida) con la que Alemania ha recibido al millón de refugiados que llegaron en 2015?
Es pronto para decirlo. Pero algunos se preguntan estos días si el espíritu de bienvenida que cristalizó en la imagen de la estación de trenes de Múnich –a la que en septiembre se dirigía una multitud de alemanes para llevar juguetes, ropa, comida o incluso dinero a los recién llegados- va a quedar sepultado por otra estación de trenes, en este caso la de Colonia. Lo que es evidente es que los sucesos de Nochevieja dejan una profunda huella en el país.

EL VENTANO - 8 DE JANEIRO DE 2016

Un estudio de Greenpeace sitúa a las manzanas españolas las primeras en pesticidas de la UE

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La organización Greenpeace ha realizado un estudio sobre la utilización de plaguicidas en la producción de manzanas en 11 países europeos, y España (4,3 pesticidas de media) ocupa el primer lugar de la lista, seguida de Bulgaria (4) y Países Bajos (3,4). El estudio se realizó en un laboratorio independiente alemán, en el que buscaron hasta 500 parámetros de plaguicidas y metabolitos. Las de producción ecológica no llevaban pesticidas.
Los plaguicidas más encontrados fueron fungicidas (para eliminar hongos del cultivo) e insecticidas. Greenpeace alerta que, al consultar la Base de Datos de las Propiedades de los Plaguicidas (Pesticide Properties Database-PPDB), no han encontrado información suficiente para determinar los efectos de los químicos encontrados sobre la salud. Hay escasez de pruebas y estudios sobre las propiedades carcinogénicas, mutagénicas y posibles alteraciones endocrinas que podrían tener estos plaguicidas. Tampoco hay suficiente información sobre qué efectos tienen sobre la salud humana cuando aparecen mezclados.
El estudio señala que la cantidad de pesticidas encontrada no supera el límite máximo (MRL) para las manzanas. Sin embargo, se aconseja precaución en el uso de pesticidas por la falta de pruebas sobre el efecto en la salud de las personas. De las 126 muestras analizadas, 17 manzanas eran de producción ecológica, y ninguna de ellas tenía pesticidas.
Los ecologistas proponen una transición agrícola en los métodos de producción, para enfrentar los problemas ecológicos y económicos del sector alimentario. Entre sus sugerencias destacan el control biológico de las plagas (eliminar plagas con otros organismos vivos que no afecten al cultivo), mejorar la gestión del suelo y rotar cultivos, entre otras medidas.
Greenpeace pide que se aplique adecuadamente la normativa de la UE sobre el uso sostenible de plaguicidas. Para solucionar las lagunas informativas sobre estos aspectos, exgien a los estados que realicen investigaciones sobre los cócteles químicos en los cultivos y sus efectos en la salud y el medio ambiente.

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